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Diario de Marco
Lunes 04/02/19
Estoy escribiendo esto en la oscuridad, acostado en un colchón en el piso. Mis primas roncan en la cama. Se cortó la luz mientras terminábamos de cenar y nos fuimos a dormir todos re temprano. Habrá vuelto un rato antes de que me despierte. Son las dos de la madrugada y tengo insomnio. Para colmo el wifi anda re lento y tardan mil años en cargar las fotos en Instagram o en Twitter. Sólo puedo hablar por WhatsApp (y hasta por ahí), escuchar los temas que tengo bajados de Spotify y escribir por acá. Quizás tendría que haberlo pensado dos veces antes de venir a un campo en el medio de la nada.
Llegamos hoy al mediodía en la camioneta de mi tío Gustavo. Cuando me pasaron a buscar le pregunté si no era mejor que vaya en el otro auto con las mujeres, pero me dijo que no, que iba a estar más cómodo con ellos (bullshit). Fui en el asiento del acompañante, y atrás iban Vicente y sus dos amigos, Lautaro y Gonzalo. Lautaro es el mejor amigo de mi primo y ya lo vi un par de veces, a Gonzalo lo conocí hoy. Ah, y también vino con nosotros Pancho, que se la pasó babeando y llenando todo de pelos. Viajamos con dos rollos de cocina a mano y cada tanto Vicente se tenía que estirar para secar el piso del baúl. Estoy seguro que el viaje con mis tías y mis primas hubiera sido más divertido.
Creo que la última vez que nos quedamos en esta casa fue hace seis años. Yo estaba en quinto grado. Vinimos con mis viejos y mi hermano, que era un bebé. Mi papá, mi tío y los varones recorrían el campo y andaban a caballo. Yo estuve en la cocina y en el pasto pegado a mi mamá, mi tía Marcela y mi prima Sofi. Cuando era más chico no me decían nada si estaba todo el tiempo con ellas. Me acuerdo que mi tía me enseñó en esa oportunidad como vaciar rápido una botella: primero la agitás tapada haciendo remolino y después vertés todo el contenido en la bacha. Siempre me quedó eso, aunque hasta ahora nunca lo usé. Creo que ese viaje también fue la primera vez que la tía me tiró el cuerito. Puede sonar ridículo, pero con Sofi fuimos al baño al toque.
Es raro estar acá después de tanto tiempo. Ahora soy tan diferente a quien era en esa época.
Etiquetas: Mercedes, Trento family, vacaciones.
Eran las 20:21. Marco deslizó el dedo hacia abajo en la entrada del diario y seleccionó “Añadir foto”. Buscó entre las imágenes que había tomado durante el día, eligió dos y las adjuntó.
En la primera y del lado izquierdo, hay una casa larga de ladrillo a la vista, con puertas y ventanas de madera oscura, y un pequeño patio de baldosín catalán. A la derecha se encuentra un parque enorme con grama bahiana, una pileta de natación con venecitas y otro edificio de ladrillo más chico, con una parrilla, mesas y sillas. En la esquina superior derecha de la imagen, parada a varios metros del fotógrafo, hay una adolescente de espaldas, descalza y con la cabeza gacha. Tiene puesto un buzo naranja y un short de jean. Lleva el pelo largo castaño oscuro atado con una colita. La segunda foto consiste en una gran galería de eucaliptos que rodea un camino de tierra. Al sexto o séptimo par de árboles enfrentados, la tierra desaparece y vuelve a crecer el césped, que se extiende por al menos cien metros, y es detenido por un alambrado que lo separa de maleza alta y amarillenta. En el horizonte, se puede ver otra galería arbolada. El cielo es celeste y perfecto.
Marco sintió un malestar en la panza. Se metió la mano debajo de la remera y extendió los dedos. Cerró los ojos y respiró profundo hasta que se quedó dormido.
Martes 05/02/19
Sofi y Martu se están duchando en el baño del cuarto de mis tíos. Yo estoy tirado en la cama con el cuerpo en llamas. El protector solar no fue suficiente. Parezco un cangrejo.
Mi tío se volvió temprano en el auto para San Isidro porque tiene que trabajar. Nos dejó la camioneta para que mis tías puedan ir a hacer compras al centro. Mi primo también madrugó y se fue a caballo con los amigos hasta no sé donde. Por suerte me pude quedar tomando mate con las chicas y después nos tiramos al lado de la pileta a tomar sol toda la mañana. Empecé a leer el libro que me compré en Unicenter la semana pasada, pero me distraje con lo que hablaban mis primas sobre los amigos de Vicente y lo dejé. Paramos cuando los chicos volvieron transpirados al mediodía. Se mojaron con la manguera y se tiraron de bomba al agua. Lautaro y Gonzalo están re fuertes y tienen un lomo increíble. Me siento tan raro al lado de ellos. Me imagino que aparte del rugby y el gimnasio toman algo para estar así.
Mi tía Eleo nos hizo patys a la parrilla. A la siesta, volvimos a la pileta al toque porque los chicos querían jugar al water polo. En mi equipo éramos Martu, Gonzalo y yo. Del otro lado Sofi, Vicente y Lautaro. Terminamos haciendo cualquier cosa. Lautaro en una me pegó con la pelota directo en la cara. Me hice el que no pasaba nada pero me dolía la nariz y me salieron un par de lágrimas. No se notó por el agua. Vicente se moría de risa y me puse colorado. Gonzalo se acercó para preguntarme si estaba bien, le dije que sí y tiré la pelota al otro equipo, para que mi primo no empiece a hacer sus chistes pelotudos de siempre. A veces Vicente es terrible forro.
Recién vino Sofi en toalla a buscar ropa para cambiarse en el otro cuarto. Como les conté a las dos en Navidad, hay un montón de cosas que comparten conmigo que antes les daba vergüenza. De los primos de nuestra misma edad, Vicente es con el que menos me llevo. Él no sabe nada. Presiento que Sofi le contó a mi tía Marcela, pero me lo niega a muerte. Espero que no le diga nada a mi mamá. Todavía no estoy listo para hablar con ella.
Etiquetas: Mercedes, Trento family, vacaciones, coming-out.
Eran las 20:36. Las viejas cortinas de la habitación oscilaban por la brisa que llegaba desde afuera. Marco cerró la aplicación y abrió WhatsApp. El chat fijado llevaba el nombre de “Juanma”. Entró y le escribió “como estás?”. El mensaje previo, enviado por Marco el miércoles 16 de enero de 2019, decía “hola?”. El mensaje anterior, también de Marco, del 1 de enero de 2019 a las 2:16: un emoji de ojos redondos fijos y la boca triste. Unas horas antes, a la medianoche, el texto “feliz año nuevo!”. Todos figuraban con dos tildes celestes. Marco cerró la charla, ingresó a dos grupos silenciados y leyó por arriba todos los mensajes. Abrió la conversación de “Cami” y comenzó a escribir, al mismo tiempo que su primo Vicente entraba a la habitación. Estaba en cuero, con una toalla chica alrededor del cuello; era bronceado y musculoso, con cejas tupidas y pelo negro húmedo y enmarañado. Le dijo a Marco que ya se habían duchado los tres. Marco agarró su ropa y se dirigió hacia el baño del pasillo. Giró la traba de la puerta y se desvistió. Se percató de su reflejo en el espejo empañado: todo el cuerpo colorado, a excepción de la franja de piel blanca debajo del short que no había sido tocada por el sol. Levantó sus brazos flacos a la altura de los hombros y pensó en los bíceps de Vicente, Lautaro, Gonzalo. Una vez que el agua estaba calentita, se metió en la ducha.
Miércoles 06/02/19
Hoy fuimos hasta el tambo con los chicos. Pancho andaba corriendo por todos lados, se metía entre el pasto y las zanjas, y después nos saltaba encima. Cuando estábamos llegando Vicente se tropezó, nos tentamos todos y como le dió bronca no se le ocurrió mejor idea que empezar a juntar barro del camino con las manos y revolearlo hacia nosotros. Terminamos haciendo batalla todos contra todos. La ropa nos quedó horrible pero nos cagamos de risa. Gonzalo, que fue el que más fotos sacó, creó un grupo de WhatsApp para mandárnoslas. Hay una que estoy yo solo sacándome el barro del pelo que me gustó y la subí como story a Instagram.
Al volver mi tía Eleo nos manguereó y nos sacó más fotos. Nos quedaron pedazos de tierra seca en los brazos y en las piernas, así que mi tía Marcela nos mandó a bañar uno por uno. Fue el mejor día que tuve acá hasta ahora.
Ah, creo que Lautaro y Martu se gustan. En un momento cuando volvíamos del tambo se quedaron solos tirándose barro entre ellos. Sofi quedó medio colgada porque Gonzalo se la pasó haciendo fotos y filmando. Me imagino que Vicente está más tranquilo que entre ellos (al menos por ahora) no haya onda. Él es re cuida con Sofi. Como con Martu no nos criamos juntos desde chicos con ella no se hace tanto problema. Igual cuando vengan al cuarto en un rato les voy a preguntar que onda a las dos.
Etiquetas: Mercedes, vacaciones.
Eran las 00:49. Marco intercalaba entre dar likes en Twitter y escuchar los audios de su amiga Cami. De repente, un número desconocido llamándolo por WhatsApp. Por la foto se percató de que era Gonzalo. El llamado se cortó antes de que lo pudiera atender. Marco se quedó quieto unos segundos mirando la pantalla. Dos mensajes de Gonzalo. “Perdón Marco, te llamé por error” y un emoji de pulgar para arriba. “Qué raro”, pensó Marco. Si no se tenían agendados. ¿O quizás Gonzalo sí lo había agendado a él? Las únicas veces que Marco había llamado a alguien sin querer fue stalkeando. En ese instante se dio cuenta.
¿Podría ser? “No, sí es amigo del troglodita de mi primo”. Volvió a abrir la charla y respondió “Jaja no hay problema”. Bloqueó el celular y miró a sus primas en la cama viendo una película con auriculares. “¿Y si les cuento y me dicen que estoy flasheando?”. Abrió de nuevo WhatsApp y buscó la charla con Gonzalo. Estaba en línea. Bruscamente, el “en línea” cambió a “escribiendo”. A Marco se le paró el corazón por diez segundos, hasta que Gonzalo volvió a estar en línea. Unos segundos más tarde, “últ. vez hoy a las 00:51”.
Marco ingresó a Journally, fue a la entrada de ese día y agrandó una de las fotos adjuntas.
Parados frente a la casa, de derecha a izquierda, se encontraban Sofi, Martu, Lautaro, Vicente, Gonzalo y él. Hizo zoom en el brazo de Gonzalo alrededor de su espalda. Luego le observó la cara: su pelo castaño claro, el cuello ancho, los labios chicos, su remera azul. Pensó en la mano de Gonzalo apoyada en su hombro después del pelotazo de Lautaro. Volvió a WhatsApp y empezó a redactarle toda la situación a Cami.
Jueves 07/02/19
Fumé porro por primera vez. Le di dos secas y no me hizo nada, solamente me relajó un poquito. Mis primas, Vicente y Lauti se reían por cualquier cosa. Estuvimos hasta recién con los chicos tomando cerveza en el quincho. Creo que mis tías se dieron cuenta que estaban muy encima nuestro y se encerraron en el cuarto a ver una película para dejarnos solos un rato.
Hoy a la tarde casi me quedo solo con Gonza. Habíamos terminado de jugar al TEG y yo había ganado, como me pasa siempre en todos los juegos de mesa. Hacía mucho calor y todos se fueron a cambiar para ir a la pileta. Gonza se quedó sentado tomando un vaso de Coca. Aproveché y le pregunté si tenía alguna materia que rendir a fin de mes. Me sonrió y me dijo que no, que nunca se había llevado ninguna. En ese momento apareció Sofi en bikini para meterse en la charla. Se sentó al lado de él y se sirvió otro vaso de Coca. Hoy a la mañana me confesó que le gusta Gonza. Me la veía venir la verdad.
En fin, Gonza nos terminó diciendo que se inscribió para hacer el CBC de Ingeniería en la UBA, que su tío es ingeniero y lo puede meter en su empresa cuando empiece la carrera. Gonza es perfecto. Tiene unos ojos hermosos entre verdes y marrones, no puedo distinguir bien el color. Cami me dice que quizás es sólo buena onda conmigo. Rarísimo viniendo de una fan de Larry Stylinson. Para mí existe la posibilidad de que haya algo más. Aunque tampoco creo que alguien como él pueda fijarse en alguien como yo.
Etiquetas: Mercedes, vacaciones, Gonza (?)
Eran las 03:21. Marco puso pausa en la canción de Gustavo Cerati de su playlist y se dio vuelta en el colchón para dormir, sintiendo un poco de acidez.
Viernes 07/02/19
(Entrada vacía)
Eran las 04:15. El teléfono de Marco estaba sobre la mesa de luz izquierda de la cama. Marco vomitaba aferrado al inodoro del baño del pasillo. Vicente le apoyó una mano en la espalda y con la otra cerró la puerta para que no se escuche el ruido.
Sábado 08/02/19
No puedo ni pensar del dolor de cabeza y de cuerpo. Me pasé todo el día en la cama. Ayer fuimos a un bar en Suipacha con los chicos y me puse tan en pedo que me olvidé donde estaba. No sé si lo empeoró que fumé porro de nuevo. Según me contaron Sofi y Martu, estaba bailando en el bar y me caí al piso, y ahí decidieron volverse todos antes porque me vieron muy mal. Al regreso parece que tuvieron que parar en el medio de la ruta para que yo vomite. No recuerdo nada, nunca me había pasado esto. Las únicas pruebas son este gusto horrible en mi boca y mi ropa, que tiene manchas raras y está enchastrada. Ah, porque también me hice pis encima cuando volvimos al campo. Mis tías escucharon el quilombo y se enojaron con Vicente y con Sofi. De eso sí me acuerdo. Mi tía Eleo le dijo a Vicente que es el único mayor de edad y que es un irresponsable por dejarme tomar tanto. También mi tía Marcela la retó a Sofi, porque es la segunda mayor de los primos.
Hace un rato llegó mi tío y vino a verme. Ninguno de los mayores los quiere dejar salir hoy a los chicos, pero aparentemente quieren convencer a mis tíos que los lleven y los traigan para que se queden más tranquilos. Mi tía Eleo se va a quedar conmigo y me va a hacer arroz blanco. Hoy al mediodía quisieron traerme algo de asado y el olor me dio náuseas. Mi tía Marcela anunció que me va a tirar el cuerito mañana.
Ok, me acabo de parar y me crucé con Gonza en el pasillo. El resto está afuera en el jardín. Me dijo “cómo estás Marco?” sonriendo y me puso la mano en el hombro. Le dije que bien y me dijo que le avise si necesitaba algo. De los nervios sólo asentí y me escapé al baño. Pasaron unos segundos y oí la puerta de la cocina cerrarse. Cuando salí al pasillo ya no estaba.
Etiquetas: (vacío)
Eran las 18:23. Marco sintió una puntada en la cabeza. Desde que había empezado a escribir le había vuelto el sueño. Soltó el celular y se tapó entero con la sábana. Durmió hasta las 21:12. Se despertó, y en la oscuridad del cuarto, se frotó la mano sobre el short pensando en los abdominales de Gonzalo. A las 21:33, se levantó a comer con Eleonora. A las 22:15 ya estaba de vuelta en la cama. Abrió WhatsApp y desfijó el chat de Juanma. Para las 22:57 ya estaba durmiendo de nuevo.
Marco.docx
Computadora de Gonzalo
No me gusta escribir, de hecho me cuesta mucho. A pesar de esto, voy a tratar de resumir como fue todo.
El día que lo conocí fue cuando se subió a la camioneta del viejo de Chente en la puerta de su casa en San Isidro. Me pareció que era muy lindo de entrada, aunque lo que más me llamó la atención fue su perfume. Era floral y yo estaba acostumbrado al olor a chivo mezclado con Axe de los pibes. Durante el viaje traté de darle charla varias veces: me respondía con monosílabos y sólo hablaba con Gustavo y con Chente. Llegamos y nos metimos a la pileta. Parece que a una de las primas le había venido y Marco se quedó adentro con ellas.
Al otro día nos levantamos temprano y fuimos a andar a caballo con los chicos. Ellos dos fueron en uno. Como ya estuve varias veces en el campo, Chente me tiene confianza que puedo andar solo y me dió al Capitán, el único caballo blanco. Lauti vino más veces que yo pero siempre hace cualquiera y no se lo puede dejar solo. Le pregunté más tarde porque Marco no había venido con nosotros. Nos dijo que ni siquiera le había avisado porque sabía que la respuesta iba a ser no. Nos contó que creía que Marco era gay y que aún no había encontrado la forma de hablarlo con la familia. Quizás las chicas sabían algo, aunque no le habían dicho nada. Yo me emocioné por dentro, por fuera me hice el boludo. Desde tercer año sabía que me gustaban los chicos, y lo único que había logrado hasta ese momento era una paja cruzada con un compañero del club, los dos borrachos en su casa después de una fiesta. En junio se puso de novio con una chica y desde entonces no hablamos más. Me descargué Grindr y no tuve mucha suerte. Mi zona estaba llena de viejos y perfiles falsos.
Volvimos al mediodía, comimos hamburguesas y nos metimos a la pile. Me puse a tomar sol del lado contrario a Marco para ver si me miraba, pero tenía la cabeza metida en un libro. Pasé cerca de él para ir al baño así de paso pispeaba cuál era el título. “Aristotle and Dante Discover the Secrets of the Universe”. Llegué a leer sólo las primeras cuatro palabras, el resto lo googleé mientras estaba sentado en el inodoro. Memoricé el nombre para preguntarle por si nos quedábamos solos.
Más tarde jugamos al water polo. Chente nos separó en dos equipos y me puso con Marco y Martina. En una el bobo de Lautaro le pegó un pelotazo en la cara a Marco. Yo creo que fue a propósito, aunque a la noche se lo dije y me lo negó. En el club lo escuché varias veces hacer chistes de putos. Aproveché la situación para acercarme a Marco y preguntarle como estaba. Le puse la mano en el hombro y se corrió, como si no quisiera que lo tocara. Me decepcioné un poco. Antes de cenar lo enganché de espaldas saliendo del baño, recién duchado. Su torso estaba quemadisimo y rojo, y usaba solo ojotas y un short amarillo. Lo tenía puesto un poco más abajo de la cintura, como sin querer, y se le veía una línea de piel blanca. Me quedé pensando en esa línea hasta que me dormí.
El miércoles fuimos a caminar y terminamos haciendo batalla de barro. Martina sacó el celu para filmar y se me ocurrió en un segundo hacer lo mismo. Era una buena excusa para conseguir el número de Marco cuando tuviera que pasar las fotos. Ya en la casa, cuando la vieja de Vicente largó la manguera, lo ayudé con el agua a sacarse un pedazo de tierra que se le había quedado incrustado entre los pelos de las piernas. Marco gritaba y se reía porque le dolía, yo estaba chocho. A la noche lo agregué como contacto y abrí varias veces la conversación para poder sacarle charla disimuladamente. En una de esas por error lo llamé por WhatsApp. Chente y Lauti dormían. Me quise matar. Le dije que había sido sin querer, él me respondió que no había problema. Quise preguntarle sobre el libro varias veces, invitarlo a ir afuera a hablar un rato si él seguía despierto, pero arrugué.
El jueves me quedé en la mesa después de que Marco ganó el TEG. Pensaba preguntarle por el libro, y me tomó por sorpresa que él me preguntó por mi carrera primero. Cuando empecé a contarle apareció Sofía a sentarse con nosotros. Lauti me venía jodiendo desde que habíamos llegado que le haga la segunda, porque le quería dar a Martu. Me enteré después que le había insinuado a Sofía que yo estaba interesado y por eso me estaba tan encima. Lauti lo convenció a Chente a la noche para que nos juntemos a tomar en el quincho. Marco fumó por primera vez y se quedó medio serio. Lo miré un par de veces para buscar confianza mientras el resto boludeaba. Estaba en otra. Pensé que quizás estaba malviajando.
El viernes a la noche fuimos a un bar en el centro de Suipacha. Dubrovnik creo que era el nombre. Marco estaba precioso. Usaba una camisa floreada que yo nunca me animaría a ponerme. De nuevo me encajaron al lado de Sofía. Las chicas se compraron diferentes tragos, pero yo lo invité a Marco a que tome tequila con Lauti y conmigo. No había pasado una hora que Marco ya estaba completamente borracho. Lo acompañé al baño a mear por pedido de él, y cuando salió del cubículo me abrazó. No quise soltarlo. Su piel se pegaba a la mía como un imán. Para que Sofía no me moleste, me hice el que lo estaba cuidando. En un momento Marco estaba bailando Gilda, se tropezó con un vaso de plástico y quedó tirado en el piso balbuceando. Todo el bar se dio vuelta. Sofi ahí se asustó y le dijo a Chente que volviéramos. Lo subimos entre todos a la camioneta. En la ruta Marco dijo que tenía ganas de vomitar. Estábamos los dos del lado de la puerta, así que bajé con él y le sostuve el torso mientras vomitaba en una zanja. Para limpiarle la boca, fui a buscar el rollo de cocina con el que le secamos la baba a Pancho. Cuando terminé me miró fijo, y con aliento ácido me dijo “me gustás mucho Gonzalo, ¿vos gustás de mí?”. Un segundo después estaba balbuceando de nuevo. Hasta que llegamos a la casa estuvo hecho un zombie. Cuando lo sentamos contra la pared se hizo pis encima. El ruido de las arcadas en el baño despertó a Eleonora y a Marcela. Lo re cagaron a pedos a Chente. También la ligó Sofía.
El sábado Marco se la pasó en la cama. Me lo crucé en el pasillo, le quise hablar y se escapó. No entendí qué pasaba. Ahí me di cuenta que era posible que no se acordara nada del día anterior. Cenamos y los viejos de Chente nos dejaron en la puerta de un bar en Mercedes. No quería que me encajen a Sofía de nuevo, así que me levanté una morocha llamada Aldana y estuve con ella toda la noche. Le pedí el celular para que no sospecharan nada y lo borré cuando subí a la camioneta. Volvimos todos chivados porque hacía como 30 grados. Esa última noche, nos tocó dormir en el living con Chente y Lauti, porque como había vuelto Gustavo los cuartos habían quedado ocupados. Escuché un ruido cuando amanecía y me di vuelta para ver quien era. Marco saliendo del baño. Le guiñé el ojo. Él sonrió mostrando los dientes. No me pude volver a dormir. Tipo ocho de la mañana, los pibes me quisieron convencer para ir a andar a caballo, porque era el último día. Hice de cuenta que tenía sueño y resaca. Los viejos de Chente, Eleonora y las chicas se levantaron tipo nueve y media y me dijeron que se iban al centro a hacer unas compras. Les contesté que me quedaba porque estaba con ataque al hígado, que cualquier cosa les avisaba si Marco necesitaba algo.
Cuando estaban cerrando la tranquera, Marco salió de la habitación en un short rojo. Estaba más bronceado y más lindo, aunque se le estaba pelando la piel de los brazos. Habíamos arreglado por WhatsApp unos minutos antes para meternos al agua. Afuera estaba muy nublado. Él bajó por los escalones de la pileta, así que lo seguí y por primera vez desde que llegué, no me tiré de bomba. Me preguntó como me había ido el día anterior, le dije que bien, que nos habíamos divertido. Omití hablarle de Aldana. Charlamos del viernes y le conté todo, excepto de lo que me dijo en la ruta. Nos cagamos de risa. Nadamos un rato y cuando nos cansamos le propuse:
– A ver cuanto aguantás debajo del agua sin respirar.
En menos de treinta segundos salió. Yo aguanté casi un minuto. La pileta estaba llena de hojas, así que las fuimos sacando con el palo ese que tiene red mientras nos secábamos. Luego lo seguí hasta la cocina para buscar algo para tomar. Él se sirvió lo que quedaba de la botella de Coca. Yo me hice un mate. Marco me preguntó si sabía como vaciar rápido una botella.
– La agitás rápido haciendo remolino, tapada, y después tirás todo… así. Sale de una.
La cocina era bien chica. Me di cuenta que los dos buscábamos continuamente oportunidades para rozarnos. Le pregunté por el libro. Se trabó al principio al hablar y me explicó que era sobre dos chicos estadounidenses que se conocen en una pileta. En ese momento pensé que me tenía que animar. Le pregunté si había estado alguna vez con un chico. Él lavaba los platos y frenó de repente. Con los ojos en la canilla me dijo que sí, que se llamaba Juan Manuel y que iba al Colegio San Jorge, pero que hacía rato no hablaban. Cuando me miró para ver mi reacción no hice ninguna cara. Por dentro me moría. No podía creer que alguien más chico que yo la tuviera tan clara. Me dieron ganas de abrazarlo. Justo se levantó viento fuerte y nos pusimos a cerrar las ventanas. Como teníamos los shorts todavía un poco mojados nos dió frío, así que fuimos a buscar buzos.
Salimos por la puerta de atrás y nos paramos en la galería, para el lado del parque donde el pasto es alto y se ve el horizonte. El cielo estaba negro. Me acordé de que Chente me había dicho una vez que en el campo siempre le tenían miedo a los tornados. Nos sentamos en el piso al mismo tiempo, mirando el cielo, a un metro uno del otro. Hablamos sobre si estarían cerca los chicos, aunque no veíamos los caballos. Los que se fueron con la camioneta seguro recién estaban llegando a Mercedes. Marco me preguntó si tenía novia. Le dije que no. Me preguntó después si me gustaba Sofi. Le dije que tampoco. Empezaron a caer las gotas y dejamos de hablar. Habremos estado en silencio cuatro o cinco minutos, hasta que la lluvia pasó a ser chaparrón. Le conté entonces que me gustaba otra persona que estaba en el campo. Giré la cabeza para mirarlo de frente:
– A ver cuanto aguantás mirándome a los ojos sin besarme.
El galope se oía cada vez más cerca, pero nosotros estábamos perdidos en la boca, la lengua y los brazos del otro.

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