Nido

28 agosto, 2020

Mónica trabajaba en un programa de desarrollo infantil temprano. Acompañaba a las familias ofreciendo prácticas alternativas de crianza, y todas las noches vuelve llorando a su casa porque no puede ayudar en nada a las familias. La mayoría de los problemas que pasan son económicos, y con la beca que cobra no le alcanza para poner un plato de comida sobre su mesa los últimos días del mes.

Aun así, cuando amanece ella salta de su cama deseando que a todas las personas las alcance la luz del sol. 

Hubo un día en particular en el que una casa llamó su atención, así que decidió desviarse, cambiar de recorrido.

Pertenecía a una carpa canadiense, hecha con palos y bolsas de plástico negro. “Ahí voy” – pensó – otra familia pobre a la que inútilmente le ofrecería una práctica de crianza que exige una casa en condiciones, un ingreso digno para alimentarse.

Se resbaló al entrar, en el camino que conducía a la puerta. La noche anterior había llovido y en esa zona había mucho barro todavía. Golpeó las manos y no recibió respuesta alguna del interior. Golpeó por segunda vez y el silencio volvió a saludarla. Puso su mejor cara de monja, dió un par de pasos que se hundieron en el barro, y tratando de evitar los charcos llegó a la puerta.

Pudo ver por dentro de la casa a una mujer que parecía joven, sentada al lado de un catre para niños. “Hola”, fue lo primero que atinó a decir. Ella parecía inmóvil, mirando el catre.El silencio volvió a llorar.

“Hola” – insistió, halando un poco más bajo – soy Mónica. Hola – dijo la mujer, que la miró de reojo para volver hacia el catre.

Mónica avanzó unos pasos más y pudo observar a un niño dentro. Trató de verlo bien y sólo pudo vislumbrar la piel de los brazos y la cara, con un tono amarillo.

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Hola, bebé – dijo Mónica – ¿Cómo estás? El silencio volvió a cortar el tiempo.

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La mujer que estaba junto al catre miró detrás de sí, porque el viento había movido una de las bolsas de plástico que les servían de techo. Cuando volvió a correr la vista sobre la pequeña cama dijo que el niño tenía dos años y padecía de cáncer de hígado.

Mónica, tratándose de sentirse útil, preguntó qué le habían dicho los médicos. La mujer respondió que sólo se podía esperar. ¿Qué tiene en la mano? – preguntó. Nada. Le…le gusta sacar pedacitos de jabón con las uñas -. Esperó unos segundos – hace dos días que sólo toma aguas, y saca pedacitos de jabón con las uñas -.

Mónica preguntó a la mujer si habría algo que podía hacer por ella, a lo que le repitió “esperar”.

En un intento de no darse por vencida, le contró del programa para el que trabaja, pero ella sólo tenía ojos y oídos para el niño. Intentó hablar una vez más pero no soportó al silencio respondiéndole. Salió de la casa para comprar un par de jabones y llevárselos a la mujer. – Acá te traje algo para tu niño, espero que le guste.

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Gracias. – Fue lo único que le dijo la mujer antes de volverse hacia el catre. Mónica intentó despedirse diciendo “adiós” y “me voy”, pero el silencio no se ausentaba. Intentó recomponerse pensando en que estas cosas pasan por algo, pero era una inútil.

Estuvo unos minutos esperando el colectivo mirando cómo un par de gorriones enseñaban a volar a un pichón. En un momento el pajarito bajó a la calle, y dando saltos empezó a esquivar las ruedas de los vehículos.

Intentó rescatar al pájaro, pero cada vez que se acercaba, volaba y se ponía en un peligro mayor que el anterior.

Arribó un colectivo de una línea en la que tenía un chofer amigo, pensó que tenía la suerte de que fuera él, porque normalmente no le cobraba el pasaje y esta no era la excepción. Se sentó en el fondo y no cerca suyo como para cruzar unas palabras sobre el clima. Vio una vez más al pichón en la calle, acompañado de otros dos, que pensó eran sus padres y haciendo hasta lo imposible por esquivar los autos dando saltitos.

Dos semanas después pasó por la misma parada en un colectivo que no conducía su amigo, para ver en un árbol un nido de gorriones abandonado.

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*Esta imagen pertenece a Nico -@ruidovacio-, ilustrador con el que 
estamos colaborando.

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