Un día me creí poeta. Escribí en el muro de una farmacia abandonada, frente a tu casa “que se siente que me gustes tanto”.
Olvidé que era una pregunta y no puse el signo de interrogación al final de la frase.
Te vi, pasado el fin de semana y deseoso de que me hablaras de los vándalos que hacen grafiti, que tanto te gustan, pregunté que había de nuevo por tu barrio. “Nada” fue tu respuesta. Insistí con la pregunta, pero de tu boca no salía nada o solo salía la palabra “nada”.
¿Será que eso sentís por mí? – te pregunté en mi cabeza, como las demás cosas que te pregunto y te digo. Como cada beso que de doy antes de dormir. Como cada abrazo y cucharita que hacemos antes de dormir. Como todas las veces que digo te amo, lo hago dentro de mi cabeza.
Paré de insistir para decirte que me habías dicho que vivías por Julio y me respondiste que si, por Julio A. Roca.
Como un boludo al que le cuesta conectar con la realidad, escribí una serenata inútil a una vieja abandonada frente a una farmacia abandonada.
Quise enmendar el error. Cuando fui a borrar el pasado, el farmacéutico abandonado estaba con una brocha y una lata de removedor en la mano.
*Esta imagen fue una donación del proyecto @casas.de.resistencia, con el que estamos colaborando. La utilizamos en un ejercicio de asociación libre.

La idea es escribir tanto pero tanto, que la casa se llene de cuadernos, que haya tan poco espacio que cuando entre la luz del sol tengamos que salir nosotros. Después prenderemos fuego la casa, o editaremos para no ser leídos.
Influenciado por el realismo sucio, el periodismo Gonzo y la literatura visceral, soy un trabajador de la palabra y un fracasado vocacional. Tan solo un hombre que escribe Literatura sin TACC.
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