Ahora estoy arriba de mi casa con un rifle

28 agosto, 2020

Puntería es lo que me sobra y siempre me sobró. Puedo contener la respiración por mucho tiempo, no dejo de mirar la culata de mi rifle de aire comprimido que papá rompió contra el lomo de una rata que huía de su madriguera, y recuerdo las vidas que quité con el.

De chico mataba palomas, en algún punto se volvió un deporte. Le daba los cadáveres a un niño que no tenía para comer, la mamá hacía guiso de palomas y él pasaba todos los días a buscar el botín de mi cacería urbana.

El niño era niño, como yo era niño, pero me decía “señor”. Me brindaba un respeto que se les brinda a los adultos, iba contento a la casa con cinco o seis palomas todos los días.

Con el tiempo, las palomas de la escuela que estaba al lado de casa se fueron terminando y también sus visitas fueron más esporádicas.

La cacería dejó de tener sentido y matar palomas pasó a ser un sinsabor que colmó mis siestas hasta mi adolescencia.

Hoy tengo veintidós años más que en ese entonces y ya no uso mi rifle para abastecer. Aunque sea más divertido usar un rifle, hoy tengo un trabajo estable, un hogar y el arma junta óxido en un rincón. Mi arma es la computadora y mis municiones las palabras.

No hago más daño, no quito más vidas, no doy de comer a una familia que no conozco, no soy más un héroe, ahora me toca ser un adulto.

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